mirar aquel agujero vacío en medio del abismo,
sin que el viento sople en el rostro de mi cariño,
pensando que algún día la tierra misma caerá
y no quedará rastro de mi existencia.
Durante la vida la ilusión ha sido aceptada,
como una forma de vivir tan dolorosa,
una forma de pensar que destroza la piel.
Una vez nació aquel cariño
que murió de un segundo a otro,
pensé que podía volver a sentir las caricias del amor
y no fue más que una ilusión del destino
que me tejió con hilo oscuro en el alma.
Mi mano se separó de aquello a que tanto quería,
ni la más esperanzada idea pudo mantener al amor despierto.
Un golpe a la Vida no hubiera sido posible con este dolor,
un abandono de mis esperanzas me produjo el hecho mismo.
El solitario aroma de mi presencia me causaba repulsión,
sentarme en mi habitación para no caer de agonía,
sin pensar que las llamas de un sufrimiento eterno
consumían mis pensamientos,
quemaban como hojas de papel en la hoguera
a mis frágiles recuerdos de tu cariño.
Lloro tanto por pensar que nuevamente en la soledad me encuentro,
sin creer que nuevamente podré sentir el cariño en mi ser,
porque tanto dolor no quiero sentir,
y que la ilusión no empiece por ser mi amiga otra vez.
Visité la pradera de hojas verdes cuando alguna vez
en la tristeza de mi alma estuve,
donde el viento podía refrescar mi piel seca por la amargura del dolor,
y donde un árbol en medio del horizonte,
bailaban sus hojas como si realmente viviera una felicidad inmensa.
Y aquí es donde supe que ni en el lugar más tranquilo del mundo
podría encontrar aquel sentimiento que perdí alguna vez...